lunes, 1 de marzo de 2010

La carreta vacía

Samuel Arango M.

Publicada en El Colombiano el 1 de marzo de 2010


A esta historia hay que ponerle oído:

Caminaba un joven con su padre cuando éste se detuvo en una curva y después de un pequeño silencio preguntó: " Hijo, además del cantar de los pájaros, ¿escuchas alguna cosa más?"


El joven agudizó sus oídos y algunos segundos después le respondió: "Estoy escuchando el ruido de una carreta."


"Eso es" - dijo el padre - "Es una carreta vacía."


El joven le preguntó a su padre: "¿Cómo sabes que es una carreta vacía, sí aún no la vemos?"


Entonces el padre respondió: "Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, por causa del ruido. Cuanto más vacía esté la carreta, mayor es el ruido que hace”.


No se porqué pero me parece que los colombianos estamos escuchando muchos ruidos.


Cuando alguien habla sin parar y no deja que otros expresen algo, es ruido.


Cuando alguien no tolera el modo de ser de otros y los critica sin misericordia, estamos oyendo ruido. Cuando se habla mal del todo el mundo, sin compasión ni justicia, estamos escuchando ruidos.


Cuando alguien critica todo, a toda hora, nada le gusta, nada es bueno, la vida es horrible, el país es un desastre, el gobierno es el peor…estamos oyendo ruido.


Cuando se apoya la violencia, no se quieren entender los argumentos, se odia hasta perder la razón, estamos soportando ruidos.


Cuando se grita para imponer la opinión propia sobre la calmada ajena, estamos sufriendo ruidos.


Los ruidos de la intolerancia, de la guerra, de la incomprensión.


Las personas están llenas de ruidos.


Porque odian, porque hablan demasiado, porque acaban en un segundo con la honra de la gente, porque no dan la cara, porque engañan, porque dan puñaladas por la espalda.


Se escuchan en las ciudades y en los campos el ruido de las carretas vacías.


Hombres que de hombres sólo tienen colgandejos. O bustos prominentes para gritar el vacío.


Cuando observo pavonearse a un prepotente que con su actitud desprecia a los demás, escucho no un ruido sino un estruendo.


Escuchamos ruidos en pancartas que insultan la dignidad de un país. O en manifestaciones con rostros tapados. O en protestas que buscan tapar los atentados contra la dignidad humana, los secuestros, la aniquilación de los indígenas, el ataque rastreo a la población indefensa. Suenan ruidos estruendosos cuando se dobla la cobardía.


A los colombianos nos invadió el ruido de las palabras gritadas, de las odiadas, de las tergiversadas, de las palabras, de las palabras, de palabras, palabras, palabras, palabras.


Cuando veo todas estas cosas, siento en mi interior una suave voz que me susurra:


"Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace".